La concha
surgida de las profundidades del mar simboliza el agua portadora de vida. No sólo
evoca el nacimiento universal sino la eternidad representada en una forma que
prevalece mucho tiempo después de la desaparición del animal que albergaba. Es,
al mismo tiempo, la imagen de la vida que aparece y la evidencia de la
regeneración de la vida. Este es el motivo por el que ha acompañado en los
enterramientos a los difuntos desde la prehistoria. La cultura cristiana,
heredera de la iconografía clásica, la ha otorgado también un doble
significado: el "nacimiento" espiritual gracias al agua purificadora
y, por otra, la superación de la muerte. La concha vacía, con la que San Juan
Bautista bautiza a Cristo, es también recuerdo de su sepulcro desierto al
resucitar en la mañana de Pascua. Esto explica la presencia en las iglesias de
pilas para el agua bendita que, o bien imitan a las conchas, o son ejemplares
naturales de la especie Tridacna gigas como
la cedida temporalmente por el Museo Nacional de Ciencias Naturales a la
Iglesia de San Andrés de Madrid o las que conserva expuestas este museo en sus
salas.
Fotografías: © Jesús Muñoz Fernández. MNCN. CSIC
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