Desde los inicios de la Historia el oro
ha sido el metal más codiciado por el hombre. Símbolo de riqueza y poder ya
aparece en los ajuares funerarios del Neolítico y a partir del siglo VII a.C.
es habitual su uso para acuñar moneda.
En la Edad Media, la zona aurífera
europea por excelencia era Bohemia de donde se extraía el oro del polvo y de
las pepitas de los sedimentos fluviales.
En la actualidad el grueso de la
producción aurífera se basa en la fusión de los cuarzos auríferos primarios
donde el oro está tan diseminado que no se aprecia a simple vista. El lavado de
sedimentos, la forma tradicional de extracción que nos muestra Hollywood en sus
westerns, representa solo la quinta parte de la producción mundial total del
oro producido.
Las láminas de oro más hermosas se
hallaron en un bosque del sur de Bohemia y las mayores pepitas en los filones
de EEUU y de Victoria en Australia, en donde en 1869 se encontró una pepita de
85 kg bautizada como “Welcome stranger”.
El oro es totalmente dúctil y maleable.
Se puede convertir en panes de oro de 0,00014 mm de grueso o sacar de un gramo
un hilo de 160 metros de largo. Hoy en día el 75% de la producción mundial
procede de Sudáfrica.
La “pepita” de la imagen se encuentra en la zona de
geología del Museo y procede de la región de Chocó en Colombia.
Fotografía: © Jesús Muñoz Fernández. MNCN. CSIC
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