Por su fiereza, valor ante el peligro y
sugestiva mirada el águila ha sido elegida desde el comienzo de la Historia
para representar los atributos de la realeza. Griegos, romanos, aztecas y
europeos, entre otros, plasmaron su porte altivo en un sinfín de obras de arte,
e incluso, las criaron como emblema vivo de sus propias dinastías. Los
emperadores austriacos tenían siempre algunos ejemplares enjaulados de águila
imperial (Aquila melanaetus) en su
castillo de Schoenbrunn, donde era habitual que sobrepasasen los cien años de
edad.
Un águila real puede llegar a medir un
metro de longitud y tener una envergadura de alas de dos metros y medio. Con
una vista muy aguda es capaz de divisar a sus presas desde grandes alturas. Puede
vivir tanto en regiones montañosas como silvestres. Dotado de una fuerza
prodigiosa es capaz levantar animales tan grandes como gamuzas y corderos, por
lo que en la Edad Media se le tuvo como secuestrador de niños siendo considerado
como una alimaña.
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